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TERREMOTO DISEÑÓ EL CAFÉ OHLONE PARA QUE FUERA UN REFUGIO INDÍGENA EN UN MUNDO COLONIAL.
POR TIMOTHY A. SCHULER

Preservando la cultura Ohlone
“¿Cómo sería un mundo completamente bajo la administración de Ohlone?”, pregunta Vincent Medina, refiriéndose a su gente, que originalmente habitaba gran parte del Área de la Bahía de San Francisco. “[Eso es] lo que es este espacio. Es un mundo que forma parte de un entorno moderno pero que también celebra todo lo indígena de este lugar”.
Junto con su socio Louis Trevino, Medina es cofundador de mak-‘amham, una organización del Área de la Bahía centrada en la preservación de la lengua y la cultura Ohlone. El espacio del que habla es el patio de entrada del histórico Museo de Antropología Phoebe A. Hearst de la Universidad de California en Berkeley, una institución que participó directamente en el despojo del pueblo Ohlone. Este agosto, el espacio al aire libre, una vez formal, ahora resilvestre, se convirtió en el nuevo hogar del Café Ohlone, una experiencia culinaria comisariado por Medina y Trevino que se lanzó en 2018.
Café Ohlone
Concebido como una secuencia gradual del mundo “exterior” a uno totalmente Ohlone, el espacio fue diseñado en colaboración con la oficina de Terremoto en San Francisco, cuyos miembros del personal se pusieron en contacto con la pareja después de leer sobre los kits de comida mensuales que comenzaron a ofrecer durante la pandemia: cenas elaboradas de 13 platos que mosstraban alimentos tradicionales Ohlone. Sarah Samynathan, ASLA, una diseñadora de Terremoto, recuerda haber reconocido entre los ingredientes las plantas que utilizaba en los proyectos. “Ese fue el interés inicial, [darse cuenta de que] los pueblos originarios de esta tierra usaban esas plantas para sobrevivir, y nosotros las estamos usando para decorar un espacio”, dice ella.

Una serie de largas, a menudo íntimas, conversaciones entre los fundadores del Café Ohlone y Samynathan de Terremoto, Story Wiggins y Hyunch Sung, (que acaba de fundar su propia empresa, Studio Moonya), condujo un plan que divide el patio en tres espacios ajardinados cada vez más abundantes, comenzando por un enigmático vestíbulo en forma de caja de sombras, formado por paneles cubiertos de tela e iluminación, que ofrece vislumbres del abundante mundo que hay más allá. “Querían pensar en esto como un espacio soberano”, dice Wiggins, socio de Terremoto. “Eso inspiró realmente el diseño espacial y el uso de estas pantallas para decir: ‘Vale, estás entrando en un espacio completamente nuevo, y es una nación soberana en sí misma’”.
El comedor principal cuenta con mesas fabricadas con madera de secoya recuperada y jardines con montículos de plantas aromáticas, comestibles o de importancia cultural. “Cada planta, cada detalle, tiene una razón para estar allí”, dice Medina. En el otro extremo de la cafetería hay una mesa comunal elevada bajo un enrejado plantado en ‘enesmin’ (mora del Pacífico), mamakwa (rosa de madera) y jengibre silvestre. Esa mesa está reservada exclusivamente para los ancianos y los miembros de la comunidad Ohlone. En todo el espacio, las etiquetas de las plantas en el idioma chochenyo y las grabaciones de los hablantes nativos refuerzan el sentido de la autonomía indígena.

La asociación con el Museo Hearst no era obvia. Además de los artefactos robados, la institución tiene en su colección miles de restos humanos, muchos de ellos saqueados de los montículos de conchas de los Ohlone. Y fue un director del museo quien, en 1925, escribió que el pueblo Ohlone estaba “culturalmente extinto”, un acto que contribuyó a a los Ohlone se les negara el reconocimiento federal.
Por estas razones, Medina y Trevino ven el Café Ohlone como parte de un proyecto más amplio que han denominado como ‘ottoy’, que en Chochenyo significa “reparar”. Esperan que el café pueda ser un vehículo para corregir los errores del pasado y generar una mayor visibilidad para su comunidad. “Cada día, la gente va a pasar por el espacio, ver a personas vivas de Ohlone, va a escuchar el idioma Ohlone”, dice Medina. “Una vez que la gente conoce esas cosas, no puede dejar de conocerlas. Ya sean jefes de departamento o estudiantes, habrá un entendimiento, sólo por la presencia [del café], que la gente Ohlone está viva y bien en nuestra patria”.